domingo, 30 de mayo de 2010

Soplan nuevos vientos

Después de tanto tiempo luchando y trabajando por un objetivo común, el pasado viernes 28 de mayo de 2010 quedará en la historia cultural de Huelva por todo lo acontecido en el Gran Teatro onubense, y por supuesto en quienes se unieron a “Och8 Vientos” en esa noche irrepetible. Muchos de los amables lectores que siguen los designios musicales de nuestra querida sección de El Templete, ya sabrán por donde andamos y porque lo hablamos. Creo que después de toda la dureza y dificultad que hemos pasado, es de recibo compartir también todo lo bueno que nos ocurra.

Ya lo vaticinábamos el pasado lunes, que el viernes próximo no iba a ser un día cualquiera. Todo el mundo que se acerco hasta el coliseo de la calle Vázquez López, pudo compartir con nosotros todas las inquietudes, y ser los primeros en poder escuchar las propuestas musicales y lo que es una realidad: nuestro segundo disco de estudio llamado “Camino por andar”. Aunque también se pudieron escuchar temas del primer trabajo discográfico, el público asistente estuvo más entregado y receptivo en percibir las nuevas creaciones.

Creemos que es de bien nacido el ser agradecido, y no queremos dejar de acordarnos de todos los que habéis hecho realidad este día tan maravilloso. Nombrarlos a todos seria complejo porque siempre te dejas a alguien, pero dentro de los estamentos públicos y privados, cada uno de vosotros sabéis quienes sois, lo que habéis hecho por nosotros y lo mucho que se os agradece tanto dado. Es algo que llevaremos siempre en la memoria.

Ya saben ustedes, que es de nuestra entera satisfacción contar siempre las cosas desde el prisma de un músico, al fin y al cabo es lo que humildemente somos. En estas crónicas de lunes de Templete y café, nos jugamos literalmente la cara en que sepan de primera mano y desde la visión del que participa en una actividad musical, con toda la intención de que tengan la información más fidedigna, ya que a veces llega a través de otros conductos de comunicación. Por eso, queríamos hacer este artículo como quizás no se haya hecho nunca, o quizás pocas veces: desde arriba del escenario.

La calurosa tarde de finales de mayo, se hacía patente cuando subíamos por la peatonalizada calzada de la plaza del Alcalde Coto Mora, hasta la puerta lateral del teatro. Entre chismes y guitarras, el enorme pasillo blanco que conduce hasta el fondo del edificio se fue haciendo cada vez más grande, más largo y mucho más angosto mientras resonaban en el interior sonidos de cables cayendo al suelo. Al girar hacia la izquierda, las bambalinas del escenario, colgaban enormes desde lo más alto, interfiriendo en la mirada y dando una perspectiva parcial del hermoso escenario.

Al acceder, un cúmulo de sublimes luces te dan la bienvenida mientras la enormidad del patio de butacas vacio se prepara para ser testigo mudo de toda la preparación que conlleva este tipo de actos. Ese primer momento en el que se mira hacia la infinidad roja de asientos y palcos, es como si sintieras en enorme abrazo de la historia de esas paredes. De toda la música que ha sonado durante lustros de arte. Es algo grande, que sólo se entiende por los que comparten un espíritu lleno de filosofías del vivir, de la pureza de un alma o desde las ilusiones que remueven a partir de lo más profundo del ser.

Durante un buen puñado de horas, el hecho de acomodar la escena para la buena marcha del concierto, es una labor a realizar con atención y mimo: todo debe estar perfectamente dispuesto y colocado. Además, esta gala contaba con el añadido de que participaban en él varios amigos invitados, con lo que hubo que adaptar todo a nivel técnico.

El rato antes al comienzo, es un devenir constante de gente en los pasillos de camerinos corriendo de un lado para otro, algunos buscando algo, otros para preguntar o sugerir, y los que quedan buscando algún lugar para relajarse y concentrar toda la energía que se debe tener para ser honestos con la oferta musical. Se dan los últimos retoques a la organización para que este todo bien atado y evitar improvisaciones de última hora.

Por fin ha llegado el momento, y se cumplen todos los rituales. Abrazos y besos entre todos, buenos deseos y grandes situaciones de felicidad, dentro de la tensión lógica que se viven en estos contextos. Se apagan las luces del Gran Teatro, cuna de los artistas de la tierra, y se levanta un telón imaginario que da paso a que suene la música. La paciencia se va agotando, y detrás justo de las bambalinas mirando hacia el cielo, una fuerza extraña nos empuja hacia los brazos de quienes han querido vivir y sentir todo lo que hemos construido para ellos. No hay nervios, solo ganas de sentir como fluye la música… que comience el espectáculo.

domingo, 23 de mayo de 2010

Este no va a ser un viernes cualquiera

Desde que comenzamos, hace ya bastante tiempo, a describir lunes tras lunes todas las concesiones e inquietudes musicales que remueven nuestra conciencia artística en este “Templete” tan de Huelva, en este generoso medio hemos ido transcribiendo un poco de todo, argumentándolo siempre con cierto pragmatismo y constante intención de acercar a todos los amables lectores la máxima información en temática musical.

Partiendo continuamente de un punto inicial en el que creemos que podemos aportar, desde nuestra sencilla tribuna, algo más de referencia y ciertos detalles que quizás se desconozcan, se han desarrollado multitud de participaciones en muchos de los parámetros de la vida musical onubense.

Pero llegados a esta semana, crucial donde las haya para Och8 Vientos, queremos realizar un alegato sobre algo tan nuestro como es el enfoque musical del proyecto personal que nos mueve y motiva, nos da la vida y nos permite soñar e ilusionarnos.

Durante años hemos tenido la suerte de pisar tantos y tantos escenarios, hemos compartido tanta y tanta música con numerosos artistas mediáticos o no, hemos llevado nuestra humilde sensibilidad musical a tantos países y lugares – siempre comentamos con suerte y cierto privilegio que “tan sólo nos falta pisar Australia” –, que ya iba llegando la hora de enseñar y mostrar a la gente que nos ha visto crecer en el dificultoso mundo de la música, un concepto que nace de Huelva, para bien o para mal.

Es algo lógico hacerse un planteamiento de cierta importancia sobre la materia artística tal y como está el patio, pudiendo ser hasta ciertamente arriesgado. Nadie en épocas de crisis económica o de subsistencia, como ustedes preferían llamarlo, se preocupa exclusivamente de llenar su apartado espiritual y su alma, algo que la música proporciona en grandes cantidades. Las diferentes circunstancias hacen de toda expresión y búsqueda de este tipo algo en una situación muy alejada a la realidad.

Pero todo esto no excluye otra certeza: somos muchos los profesionales que hemos dejado la vida por unas convicciones, desarrollando una ardua labor de estudio en primer término, y de trabajo, esfuerzo y sacrificio en posteriores grados o apartados. Hay que hacerse a la idea que si en otros sectores de niveles profesionales ha existido durante los últimos veinte años una gran competencia, en temas artísticos y musicales también. Esto ha dado origen a un gran número de músicos, a cual más y mejor preparados, que en la actualidad sufren con gran asedio las medidas correctoras de esta dichosa inestabilidad en formato de angustiosa crisis.

Pues bien, contra viento y marea y después de cantidad de dificultades y complicaciones, Och8 Vientos – nuestro querido y al tiempo, acerbo proyecto musical – se presenta con todos los honores ante su gente, en su Gran Teatro, tablas que han visto crecer a todos los grandes músicos onubenses del siglo XX. Es una satisfacción de tan grandes magnitudes, que si ustedes supieran lo que nos remueve por dentro tanta honra y distinción, no dudarían en acompañarnos en ningún momento.

Este próximo viernes, 28 de mayo, quedará para siempre en la modesta y humilde historia de Och8 Vientos como el crepúsculo de las intenciones de un afortunado grupo de músicos onubenses, pasando a ser una autentica realidad musical con nombre y apellidos. Podremos distinguirlo como el comienzo de un ciclo que nos deparará otro elemento más del que sentirse realmente orgulloso.

A las nueve de la noche, cuando este en su máximo esplendor el mejor atardecer del mundo, ese que desde el Conquero habla sin palabras, las primeras notas comenzarán a enredar entre las columnas y paredes del coliseo de la calle Vázquez López, haciendo participes a todos los presentes de nuestra alegría e impresión expresiva.

Después de hablar y hacerles cómplices de nuestras quimeras durante cerca de seis años de vida que cumple Och8 Vientos, tan sólo nos queda lo más importante: agradecer y hacerles parte inherente de todo lo que hemos vivido y experimentado durante este periplo. Considérense un pedacito de la concepción musical de la banda; todos aquellos que en algún instante han estado cerca de nosotros en conciertos o a través de nuestros discos, todos aquellos que colaboraron de nuestras ilusiones de alguna u otra manera, y por supuesto todos aquellos – que son muchos y nombrarlos nos podría costar lo indecible – que nos han ayudado de manera tangible en innumerables aspectos, podéis sentir este día también como vuestro.

De corazón, gracias por estar, gracias por querer y gracias por sentir… cuanta pureza nos habéis enseñado y otorgado.

domingo, 16 de mayo de 2010

La economía estrangula a la música

No deja de ser incierto, que el futuro de las artes en una sociedad capitalista como es en la que vivimos, está en una posición de autentico peligro, e incluso de confusión. Solo se acepta su funcionalidad si es rentable, y de este modo, se hace mucho daño en los objetivos primitivos de las manifestaciones culturales más reconocidas. Todo esto creo un sistema de compra venta donde la expresión artística se enfoca en términos equivocados y sustentados por criterios inservibles para el arte en sí.

Son muchos los compositores que desde hace siglos, se han visto obligados a mantener una doble identidad: la de músico y la de empresario. De esta manera, han existido y existen numerosas formas para organizar el procedimiento de contratación y su posterior remuneración. Se ha confiado incluso, naciendo así otras actividades, en personas gestoras del propio negocio. En la actualidad son muchos los profesionales que poseen esta dedicación, siendo en la mayoría de las ocasiones, muy necesarios para crear y organizar eventos culturales.

Esto ha conllevado a la instauración y aplicación de unas estrategias de trabajo donde se ha pasado de unos objetivos más humanistas a otros puramente económicos. Algo que el individuo de a pie no tiene ni porque siquiera conocer. Ellos se dedican a disfrutar de la música en cualquiera de los estamentos y listos. No se tiene un pensamiento que vaya más allá del propio hecho de escuchar o contemplar un espectáculo.

De esto se han sacado buenos provechos y rendimientos, usando métodos diversos donde la realidad artística ha quedado ahogada por el simple hecho de conseguir suculentos dividendos. Las empresas se han apropiado del criterio de la sociedad, manejándola a su antojo y con diligencias donde la manipulación de los gustos y pensamientos de la mayoría de los ciudadanos ha sido de primer orden, con el único designio de conseguir unos números que les den ganancia. Su vía, los medios de comunicación de masa, han servido en bandeja a sus propuestas comerciales.

Lo interesante es que nuestro criterio no debería ser tan permisible con todo lo que se nos venden. Y es curioso, porque aunque es así, nos hacemos los duros conjeturando con otros planos. Pero la realidad es esta: la música como negocio está muy alejada del criterio artístico, y su intención es alienarnos ante unas pautas que posibiliten unos suculentos réditos.

Existen teorías desde los sectores más críticos de nuestra sociedad, en la que se aboga porque la realidad es, que el poder que ha adquirido la televisión es usado de manera consciente por aquellos que saben de su fuerza e influencia en la creación de ideales de todo tipo, pero en lo que a nosotros nos concierne, artísticos y musicales. Parece ser que se distingue casi como una forma sugestiva de condicionamiento clásico, actuando sobre la voluntad defendible de todo aquel que no rebate nada, permaneciendo impasible ante la tormenta de sugerencias que les acosa.

Pues bien, la tan manida crisis que nos azota en la actualidad, comenzó a llegar antes hasta los músicos que a otras comunidades. Cuando comienzan desavenencias en la actividad cultural, es porque se van agotando los recursos en primer lugar para las cuestiones menos necesarias, y desgraciadamente tenemos que llenar antes la barriga que el alma. De esta manera, en estos momentos, si la crisis general es dura y difícil de llevar, imaginen ustedes en las áreas más prescindibles.

Hace poco nos comentaba, con gran acierto, nuestro querido amigo y enorme guitarrista onubense José Luis Rodriguez, una frase con un sentido muy lógico y al mismo tiempo, doloroso. La frase, original o no, rezaba con la siguiente contundencia: “Cuando la economía empeora, la cultura se estrangula”. Y es así de real…

Debemos aceptar, como miembros de una sociedad concreta, las consecuencias y responsabilidades que nos conciernen a cada uno. Otra historia son los resultados de nuestras filosofías y reflexiones. No podemos estar de acuerdo en cómo el capital se hace tan participe de las expresiones artísticas y culturales, siendo condicionante y característica indispensable. Es más, la música y otras manifestaciones de la misma índole, no deberían ser tan dependientes de estas razones. ¿En qué hemos fallado? ¿Qué es lo que se precipitado para crear tal confusión? ¿Puede haber cultura sin dinero?

Las respuestas pueden ser muy variadas, y las hipótesis realmente interesantes; lo que está muy claro es que ese sería otro debate, y ahora mismo, para lo único que estamos es para sacar la cabeza y coger algo de aire; o ¿no creen?

domingo, 9 de mayo de 2010

Buscando una explicación coherente

No tengo la costumbre de abrir o entrar en debates en aspectos artísticos, ya que se imponen como norma habitual los gustos personales basados en criterios subjetivos y propios. Si la persona tiene un espíritu abierto y conciliador, puede llegar a ser hasta ciertamente agradable departir y compartir intereses e ideas. Pero como suele ser al contrario, cierto día decidí no volver a escuchar opiniones personales porque sean las que sean, son únicas y particulares, y claro, deben ser respetadas. Lo más curioso de la historia es que luego nadie respeta las tuyas, pero bueno…

Pues bien, por enésima vez me encuentro en la tesitura variable de la opinión que los demás mortales tienen de la música. Es irremediable sufrir en propia persona, los vástagos designios de aquellos que simplemente por tener orejas, ya buscan prevalecer con sus ideas por encima de cualquiera. Y no les culpo de su actitud, porque es de recibo entender esa especie de ambición que todos debemos tener como culmen de nuestra indispensable personalidad.

Lo extraño de todo esto es la base del correcto uso de la educación, entendida desde la formación y desde la disciplina que durante años he trabajado y han afanado en mí mis profesores. Una labor de años en las que se imponen las estructuras y formas de cómo construir una estética, entendida como parte de ese gusto por lo bien hecho, ante la reciprocidad que debemos manifestar ante una obra de arte, y de nuestra respuesta como necesarios espectadores.

Mi grado de complejidad y mi confundido planteamiento nace en como constantemente se rechazan las músicas hechas desde la complejidad y que por supuesto, las que muestran un grado de competencia fuera de toda duda. Del otro lado, se seleccionan para escuchar e incluso morir por ellas – si hiciera falta –, manifestaciones musicales donde los elementos lógicos de lo correctamente expresivo y armónico, ni siquiera se roza. No entiendo cómo es posible que aficionados o simplemente gente atrevida que son incapaces de afinar sus voces o instrumentos, que estén capacitados para continuar un patrón rítmico o bien se vean en la imposibilidad de conjuntar unas simples armonías, sean más seguidos que el mismísimo Beethoven.

Tampoco hace falta extrapolarse a la antigüedad – entendiendo doscientos años como tal –, ya que algunos comentarán que es inadecuado. Esto de lo que hablamos es algo que vemos entre coetáneos. ¿Cómo es posible que se le preste más atención a determinados seres mediáticos o no, que a genios que quedan en el más absurdo de los ostracismos? ¿Cómo es posible que algunos mortales tengan más aprecio por obras musicales que suenan realmente fuera de toda estética y se desprecia a quien hace de la música un lenguaje propio del alma?

Y no, no se acepta el tópico típico de “es que expresa como nadie”, ¿es qué los que han estudiado música a nivel reglado o no, no expresan nada? Se les acusa de que su expresividad queda ahogada por su técnica; esto es algo inadmisible y doloroso a la vez. No deberíamos consentir si quiera que estos sonidos llegaran hasta nosotros. Pero al contrario, parecemos unos retrógrados o unos arrogantes si defendemos una postura crítica y valorativa ante determinadas obras musicales. Ya está bien de que se admita la capacidad musical de unos u otros artistas por todas las características que les rodean menos por las que realmente importan: su capacidad para hacer música.

Espero que este tema abra un interesante debate sin paliativos ni acusaciones personales – porque no hacen falta – y además, se movilicen las conciencias en este sentido, tanto en nuestro blog como en nuestro grupo de facebook, siendo siempre respetuoso con las ideas contrarias. Entiendo que existen muchas personas que se sientan identificas con esto; llega a ser, honestamente, un verdadero punto de reflexión en nuestras filosofías. Estoy seguro que más de uno de los amables lectores se ha llegado a plantear si el que va mal encaminado es él, o si al ser único en ese pensamiento quizás esté equivocado. Pues no debe ser así.

Estaría muy bien que llegados a este punto, los que promueven y se involucran de música en todo su ser, llegaran a la deducción de que todo lo que suena debe ser categorizado desde un prisma lo más objetivo posible, y no valorando otras cuestiones que poco tienen que ver con la música. Sobre todo porque no nos estamos haciendo ningún favor, y a los grandes músicos olvidados por diferentes argumentos, menos aun. Y por favor, que quede bien claro que todos los músicos se expresan a través del lenguaje musical y de la técnica que han adquirido a base de esfuerzo y trabajo, da igual de manera autodidacta o en un conservatorio.

domingo, 2 de mayo de 2010

Pepe Roca en la Sala Atlántida

Hay momentos, lugares y circunstancias en los que parece, o por lo menos tenemos esa percepción, que la música adquiere en sí misma, algo difícilmente explicable. Nos proporciona un plus, un carácter o un elemento de disparidad que hace sentir como esa música fluye de manera similar pero diferente a la misma vez. Esto solo se puede dar, lógicamente, si has asistido al mismo concierto o has escuchado en varias ocasiones al mismo grupo de músicos.

Pues bien, el pasado sábado, en un marco de belleza litoral inconmensurable y de complicada repetición, uno de los orgullos musicales de nuestra Huelva, autor de enormes obras musicales y marca y señal del rock andaluz, nos facilitó todas las sensaciones posibles de un concierto con ese componente de particularidad que a veces se suceden. Pepe Roca como factor de abastecer emociones, y la Sala Atlántida de El Portil como perfectos anfitriones, sumaron entre ambos las ganas, las satisfacciones y otros condicionantes para otorgarnos uno de esos momentos que difícilmente se podrán perder en nuestra memoria.

De nuestro querido amigo Antonio y de su generoso grupo de colaboradores, ya hemos hablado en otras ocasiones. Entre todos ellos hacen posible que un recinto como la Sala Atlántida, en un sitio privilegiado, muy cercano y con el olor a mar impregnándolo todo, han promocionado todos los fines de semana un concierto de muy buenas disposiciones. Hace falta en Huelva mucha gente con las ganas de proporcionar lugares donde se pueda disfrutar de la buena música, y la Sala Atlántida, casi saliendo de El Portil en dirección a El Rompido, en la rotonda de El Caño de la Culata, está funcionando de muy buenas maneras. Nuestro más sincero agradecimiento público a todos aquellos que fomentan la música en directo.

Pepe Roca hizo reunir, imaginamos que casi sin querer, a numeroso grupo de oyentes y amantes de su buen hacer, de sus melodías y de sus letras. Acompañado de su Toñi García a los coros y a la pequeña percusión, de su hijo José Carlos Roca al violonchelo, y conducido por su inseparable guitarra los temas propios y versiones fueron cayendo uno tras otro. No faltaron las obras cúlmenes de una época dorada de la música andaluza, haciendo un recorrido entre los grandes éxitos de Alameda, los notables temas de Jesús de la Rosa y Triana, algunas versiones sobre temas de Pedro Guerra, y algunas canciones relativamente nuevas.

Ante un numeroso y nutrido grupo de amigos y seguidores, la incomparable voz de Pepe Roca fue acrecentando aun más su propia leyenda viva, si cabe. Los grandes artistas son con el paso del tiempo aun más enormes, en cuanto a sabiduría y pozo de sonoridad. Es un autentico privilegio y una satisfacción increíble poderlo escuchar tan cercano y sincero. Cuando comienzan las primeras notas a sonar, es tremendo poder observar las caras de los asistentes. Es constante la sensación de tener la música a flor de la piel, y observar como a más de uno le resbalan lágrimas por las mejillas. Hay pocas músicas que hagan recrear un cumulo de sensaciones con tanta facilidad, por lo menos por este lugar en el que nos movemos.

Hablar de Pepe Roca es hablar de Alameda; y para ser justos, Alameda no sólo fue Pepe Roca. La inestimable aportación de grandes músicos en toda su trayectoria musical, que fue quizás demasiado corta a nivel discográfico, pero muy intensa en cuanto a producción, reunió en torno a Alameda a los hermanos Marinelli, Manuel y Rafael a los teclados – con impresionantes arreglos impregnados de esa autentica sonoridad andaluza –, a Manuel Rosa al bajo, y a Luis Moreno a la batería. Del mismo modo, tengo conciencia de varias colaboraciones de grandes músicos que en ese momento se encontraban en su entorno y que participaron de estas producciones discográficas de finales de los setenta y durante toda la década de los ochenta.

Es el caso de Luis Cobos “Manglis”, que grabó algunas guitarras. O Enrique de Melchor, guitarrista flamenco de la tradicional escuela Sevillana de Marchena. Asimismo, nuestro querido paisano y amigo Pepe Barros hizo coros en varios temas significativos, como ejemplo de estas participaciones. Y vamos a hacer un aporte que quizás muchos de ustedes desconozcan; y es que en un tema de Alameda llegó a grabar guitarras solistas el inconmensurable Paco de Lucía, que apareció con un seudónimo en los créditos por cuestión de pertenecer a otra discográfica.

La CBS se encargo de editar los álbumes de Alameda durante la época, haciendo una apuesta por está estética musical, muy de moda durante ese tiempo, pero con una calidad de irrepetible sensibilidad.