domingo, 28 de febrero de 2010

Un domingo cualquiera

La noche del jueves pasado era ciertamente desapacible. No estamos, por estos lares, acostumbrados a tanta agua y a tanta lluvia. Y es que llevamos una época un poco extraña y cíclica, donde pasamos los días con cierta decadencia moral y emocional debida a lo gris de las nubes. Pero con ganas de salir de la monotonía de las mismas paredes, y sabiendo que desde el área de extensión cultural de nuestra Universidad y con el apoyo de la concejalía de Cultura, las programaciones deparan más satisfacciones que disgustos, me arme de valor y tome, como se dice “carretera y manta”.

Allí me planté, en el coliseo de nuestra ciudad: el Gran Teatro de Huelva. Y aunque algunos lo ven como un lugar de inútil interés – ya hablaremos de eso en breve – si se pudiera, debería tener algún acto programado todos los días de la semana, menos uno para descansar sí acaso. Como bien digo, afortunadamente, como sucede en multitud de casos, me predispuse a escuchar una propuesta novedosa para mí y para muchos de los que nos acercamos allí.

Tengo conciencia que Radio 3 está apoyando de gran manera a este nuevo artista y a la banda que presenta en sus conciertos. Así es que, con el entusiasmo y algo de cierto escepticismo, esperé a percibir los primeros temas de Alex Ferreira en las tablas de nuestro teatro para tener una opinión lo más certera y correcta. Por dicha, desde hace bastante tiempo, procuro asistir a este tipo de eventos con la mente abierta y sin prejuicios de valor, con la única idea de intentar acercarme lo máximo posible a la realidad sonora del momento.

Lo hemos comentado en otras ocasiones, pero ya la única idea que me acompañaba y que quizás me atormentaba era la encontrarme el patio de butacas medio vacío, como así ocurrió. Si este artistazo copara los números uno de las listas de los programas de radio fórmula de este curioso país, o fuera tan mediático por sus canciones como por sus amores, estaríamos hablando de que no quedaban entradas desde hace meses.

Pero Alex Ferreira, nacido hace veintiséis años en Santo Domingo, no es un tipo guapo, alto, ni es capaz de hacer gritar a ninguna quinceañera. Eso sí, a lo que se dedica es a hacer música, y les puedo asegurar que quien compre sus trabajos discográficos o lo pueda disfrutar en un escenario, saldrán del concierto o de la sesión de escucha con la idea de haber saboreado música de verdad. Es la historia de siempre: tanto das – económicamente –, tanto vales. Un artista debe ser empresa, y si no, pues al underground. A buscarse las habichuelas…

Llegados a esta altura de la vida, después de tantísimas cosas experimentadas – y las que nos quedan –, ya cada vez nos sorprenden menos cosas. Imagino que es por el hecho de que lo aprendido tiene un valor realmente determinante, aunque no lo demos sitio dentro de nuestra propia conciencia. El hecho es que comente a varios amigos que iba a asistir al concierto de este, por ahora, desconocido para muchos fervientes admiradores del “no sale en los medios, no es bueno”, y la mayoría, con sus prejuicios a cuestas como una losa de cien kilos, llegaron a bromear.

Pues bien, como es difícil demostrarles lo que se perdieron – no así las cercas de cien personas que acudimos –, comentar que Alex Ferreira estreno su reciente trabajo discográfico para todos los presentes con un gusto exageradamente pleno. Realmente este es su primer disco de larga duración, y no creo que sea el último. Lleva por título “Un domingo cualquiera” y antecede a un par de EPs con los que se presento en su momento ante un nuevo público.

Comenzó su trayectoria musical en el centro cultural dominicano “La Casa del Teatro” de Santo Domingo, ganando algunos concursos y compaginando sus escarceos musicales con su carrera universitaria. Pero no hace muchos años, dejó sus estudios para desarrollar una de las ilusiones de su vida, que era la de viajar a España con la única idea de desarrollar su trabajo en un lugar con muchos más horizontes que en la isla caribeña en la nació y creció. Y como el que no arriesga no gana, estamos antes alguien con tantas ganas y fuerza que pronto su nombre tendrá el hueco que, desde el trabajo, consiga.

Voy a parafrasear algo que leí hace poco de él con un acierto exacto y diligente: “Sencillo, pero salpicado de detalles cuidados con esmero. Cotidiano, pero cuajado de guiños profundos y trascendentes. Manteniendo los pies en la tierra, pero de puntillas y rozando el cielo con las manos.” Y ciertamente, este seguidor de artistas tan variopintos como Dylan o Radiohead, se acerca mucho a ser uno de los nuevos referentes en la canción de autor en el exigente mercado discográfico español.

domingo, 21 de febrero de 2010

A la Coral Sta. María de la Rábida

Hace tiempo que no recordaba, cuánto tiempo dedique en mi corta trayectoria como músico, la que creo que fue mi aportación a unos de los proyectos musicales más importantes no sólo de Huelva, sino de todo el sur de España. La Coral Santa María de la Rábida no es únicamente una mera agrupación musical, yendo mucho más lejos en sus contribuciones y colaboraciones. Es un orgullo para mí, y estoy seguro que para mucho de los onubenses que pasamos por sus ensayos, haber tenido la dicha de participar de muchas inquietudes musicales compartidas.

Mi querido amigo Moncho Casado, al cual me une ciertas aficiones y otros menesteres, promovía la idea en mí de crear un texto en el que se le diera su sitio a este grupo de personas que dieron mucho por la tradición musical de Huelva, y a la andaluza por extensión. El listado de los lugares y escenarios por donde han paseado el nombre de nuestra provincia es impresionante. No me atrevo de hacer un enumerado concreto, porque son tantas las ciudades del mundo donde han cantado que seguro que aquellas más importantes las omito sin quererlo. Pero sé que Barcelona, Buenos Aires, Paris, Santo Domingo, por decir algunas al azar, han podido vibrar con sus conciertos.

Su repertorio se ha basado en multitud de factores temporales, pero quizás la sección que con mayor arraigo se interpretaba y demandada, es esa especie de fusión entre la música sinfónica y el flamenco que con muy buen acierto siempre se llevó a cabo. Grandes músicos de Huelva han pasado por sus filas, y no digamos ya a los instrumentistas que acompañaron en su momento a dicha empresa. Seguro que me dejo a alguien en el tintero a alguno, pero nombrare, por ejemplo, a José Luis Rodriguez, Jesús Cayuela, Antonio Coronel, Paco Cruzado, Arcángel, José María de Lepe, Eduardo Hernández Garrocho, etc.

Supieron desde sus comienzos aglutinar las tres formas de expresión musical, la expresión vocal, la expresión instrumental y la danza, como expresión corporal. Y grandes bailaores han puesto sus pies y sus tacones a la bella música que desde siempre interpretaron. Como solistas al baile mencionar a mí querida amiga Paqui y a mí dulce Olivia Martín, con las que compartí multitud de momentos de complicidad. Y en el grupo de danzantes, María José, David, Cinta, José Manuel, Fran, Manolo Torroba, entre otros – ya que son muchos los que bailado sus piezas.

De lo que estoy seguro del todo, es del importante e insustituible factor humano que siempre presentan este tipo de manifestaciones culturales. Las relaciones sociales entre los diferentes componentes del grupo hicieron que durante estos más de 30 largos años de música, la Coral se mantuviera viva de verdad. Grandes amigos unidos por un mismo bien común, multitud de historias personales que rodearon los ensayos, los viajes y las audiciones. Cuanto cariño y cuanta amistad se ha movido a nivel personal en mi caso, incluso me enamoré allí de una joven (y creo que ella de mí) llamada Tamara Barros, la cual ha continuado ligada al mundo de la música.

Cuantas personas han dedicado sus ratos libres en participar de la música, en disfrutar de ella y contribuir en su gran apoyo a la noble razón de continuar con la tradición musical del lugar de donde somos. Pues de esto es lo que ha vivido la Coral Santa María de la Rábida durante su larga existencia. De su gente, de su verdadera alma que son todos esos entusiastas del buen cantar y de todo lo relacionado con la música.

Me voy a atrever a dar nombres de aquellos que estuvieron siempre al lado del proyecto, durante un tiempo determinado o bien en un espacio concreto. Ya he citado a varios de sus componentes más notorios para mí, a lo que voy a incluir otros sin orden de trascendencia, como lógicamente supondrán, ya que es algo que no reviste importancia. A Eduardo Castillo, Rosa, Isabel, Nati, Joaquín, Inma, Ana, Ana María Fuentes, Carolina, Sole, Irene, Carmen, Begoña, Mari Carmen, Nicolás, etcétera, y a algunos buenos amigos de Hinojos que siempre colaboraron con su ayuda. Cuantos gratos recuerdos guardo.

Todavía recuerdo la primera vez que los vi, y después cuando José Luis Rodríguez me sugirió la posibilidad, y más tarde Soledad Téllez me comento de empezar a trabajar con ellos, no lo dude lo más mínimo. Creo que llegados a este punto, y como de bien nacidos es ser agradecidos, tengo que solicitarles permiso para corresponder con todos los apoyos y el afecto que desde el primer día me otorgaron. Y a quien me concedió tan magnífica oportunidad, le respondí con creces en seriedad, trabajo y dedicación, tal y como la Coral Santa María de la Rábida como estamento se merecía.

sábado, 13 de febrero de 2010

Carnaval, carnaval…

Es la fiesta del color, de la algarabía y el disfraz, de dejar las penas en un cajón, de sentir la vida con la ilusión de un adolescente, de volar los papelillos y las serpentinas al aire, de las risas y las sonrisas, de la mascarada y los coloretes, y por supuesto de la libertad. Quizás todos estos elementos no son más que accesorios actuales y decorativos de una celebración anual que tiene mucha más historia de la que podamos conocer. Pero para numerosos de nosotros escuchar la palabra Carnaval es una imagen descrita, es algo cotidiano durante el mes de febrero y hasta ciertamente normal como parte del inicio de la época de la eximia cuaresma.

Las primeras manifestaciones paganas relacionadas con el Carnaval, pueden remontarse a las antiguas civilizaciones griega y romana, celebrando solemnidades en honor al Dios del vino, Baco. Incluso se puede llegar a relacionar con las fiestas egipcias en torno al buey Apis unos cientos de años antes. Lo que no se puede asegurar es que estas muestras y festividades ya se denominaran etimológicamente como Carnaval, aunque se revelen una serie de coincidencias y similitudes en sus exposiciones, o por lo menos en las que conocemos y han llegado hasta nosotros.

Pero su definición posterior siempre se ha relacionado con la cristiandad y con la etapa anterior en el inicio de la cuaresma, haciéndola parte inherente temporal anterior a los cuarenta días de la pascua. Su significado parte del adiós a la carne para toda una cuarentena, dando pie a que los días anteriores al miércoles de ceniza todos vivieran las fiestas con desenfreno y frivolidad. Por lo tanto, aunque se considera una tradición profana, es muy posible que su relación con la continuidad religiosa sea más que patente.

Los primeros datos históricos versan durante los siglos X y XI, aunque en diferentes períodos y algunas fechas se denotaron estas fiestas en cierta medida, es a partir del siglo XVIII cuando alcanzan su apogeo en el norte de Italia, en Venecia concretamente. En esta etapa, los aristócratas y la nobleza se disfrazaban con capas y máscaras, mezclándose con el pueblo en los diversos bailes y veladas de la ciudad. La relación entre las diversas expresiones carnavalescas y la música ya se daba entonces.

Y esto sí que es dificultoso: relacionar como se inició esa relación de la música con las carnestolendas del mes de los 28 días. Es lógico entender que en estas manifestaciones culturales la creación artística musical tendría un lugar de prominencia. Pero encontrar una razón en esos principios es algo que desconocemos o no está del todo claro. Además, imaginamos que tratándose de una fiesta popular, las composiciones musicales tendrían las características del corte de dicha música vulgar. Y por supuesto, dependiendo del lugar presentaría unas cualidades y particularidades concretas.

En nuestra región, Don Carnal presenta una serie de propiedades distintivas en torno a la música tal que circunscrito, en su debido momento a comienzos del siglo XX, se instauró un concurso de agrupaciones carnavalescas que hasta hoy en día se mantiene. Incluso en muchos lugares, como ocurre en Huelva capital, y algunos pueblos, es este certamen a través del que gira toda la fiesta. El conocido como Carnaval de calle tiene perdida la partida ante el estimulo sonoro de comparsas, chirigotas y murgas del teatro. Es sólo una hipótesis, pero se puede observar claramente como los aficionados a estas festividades tienen mayor tendencia hacia la motivación musical que a la de la simple fiesta.

Alrededor del carnaval se han establecido y cimentado una serie de autores y creadores de este tipo de música, casi sin conocimientos previos musicales, que han dado al Carnaval una calidad humana y social de grandes dimensiones. Sin ellos y sin tantos y tantos entusiastas que les han puesto voz y música a sus composiciones, el Carnaval de la actualidad no lo entenderíamos como lo que es hoy en día. A estos ejecutores hay que darles su sitio y agradecerles tanto y tanto lo hecho por esta funcionalidad.

Sin perderle el sentido, y sabiendo la aportación tan importante que prestan a nivel de una manifestación más de música popular, el carnaval debería apelar también por su faceta más callejera, y que volviera a renacer con un espíritu casi idéntico con el que se fundó. Son las fiestas de la alegría, de la fina ironía y de la libertad, pero pensamos que desde hace unas décadas están presentes otros intereses que se salen de algo que es tan puro y espontaneo que han relegado a estos fenómenos sociales a ser algo demasiado manejado, perdiendo su carácter social y público.

domingo, 7 de febrero de 2010

Masterizando


Continuando con las numerosas experiencias que estamos viviendo con la grabación del segundo álbum de la banda onubense “Och8 Vientos”, ya estamos casi llegando al final dentro de la fase fonográfica y de estudio en sí mismo. Y el procedimiento nos ha conducido hasta este paso en el que todo el audio de la grabación pasa por dejarlo lo mejor posible. A este punto del desarrollo conclusivo se le denomina Mastering, y nos permitirá crear el máster o disco inicial del que saldrán los discos que se reproducirán materialmente.

Es un término muy usado, al igual que su reelaboración: la remasterización. Dejar claro que cuando se usa alguno de estos dos términos, la referencia es exclusivamente al audio, y no al tratamiento de imágenes como algunos pueden llegar a pensar cuando se dice que un film se ha remasterizado digitalmente. En este caso, en el del cine, cuando se remasteriza, sólo se ha tratado el audio, nada más. Es decir, se ha manejado la banda sonora de la cinta.

El Mastering se puede considerar como un proceso de post producción en el que se finaliza en su totalidad la grabación sonora en un medio físico cerrado. Este será el disco maestro del que se realizarás las copias terminales para su postrera distribución y venta. El estudio de Mastering es muy diferente al estudio normal de grabación de audio. De hecho, todos los equipos en la mayoría de los estudios de grabación y mezcla, puede realmente obstaculizar la acústica de una sala para monitorear con exactitud el sonido. Así, la acústica de la sala y la disposición correcta de los equipos dentro de un estudio de Mastering es un factor importante, ya que el ingeniero de masterización necesita escuchar en detalle cada mezcla.

Cuando estábamos casi concluyendo la mezcla en los Estudios Rimshot de Madrid allá por octubre del pasado año, abordamos el tema de quien trabajaría en nuestra post producción. Barajamos varias opciones entre las que estaban diversos estudios de mastering de interesante prestigio internacional, como por ejemplo Finnvox en Helsinki, Finlandia, donde Mika Jussila es su máximo exponente; o en Chicago Mastering con Jason Ward y Bob Weston, el cual tiene unos precios realmente interesantes para hacerse en Estados Unidos. Pero después de sopesar seriamente todas las opciones, nos decantamos por el producto nacional y por uno de los estudios de mastering por donde pasan multitud de discos del panorama musical español.

Nos estamos refiriendo a Kadifornia Studio Mastering, situado en la bellísima localidad gaditana de El Puerto de Santa María, y regentado por nuestro querido amigo Mario G. Alberdi. Tan sólo el larguísimo currículo de Mario impresiona por la calidad y cantidad de discos grabados, producidos y masterizados que han salido de sus manos. Estamos seguros de que cualquiera de nuestros lectores han escuchado alguna vez en su vida algún tema que haya salido de la trayectoria de este estudio. En él han trabajado artistas de la talla de Enrique Morente, Pasión Vega, Enrique Bunbury, José Mercé, El Barrio, Paco Loco, María Jiménez, Carlos Jean, David de María, Javier Ruibal, Los Delincuentes, Tito Alcedo,… y de esta manera, hasta un largo y dilatado etcétera.

El control, como se puede observar en la fotografía, está equipado con una consola diseñada para el propio estudio y específicamente para los proyectos de Mastering, y como hemos explicado, no tienen nada que ver con los estudios de audio convencionales. Compresores, ecualizadores, conversores, y grabadores tanto analógicos como digitales, así como numerosos procesadores, son parte de la cacharrería que prestan servicios para finalizar el producto discográfico con la máxima calidad posible. Algo que es imprescindible y a lo que Mario presta el máximo cuidado es el equipo de audición, teniendo un sistema de monitorización de una condición sobresaliente.

El estudio cuenta con un excelente diseño acústico y de espacio, tratado acústicamente a base de piedra y madera, de superficie irregular, que garantiza un sonido vivo y brillante, así como una respuesta plana y fiable. Todo el recinto lo encontramos iluminado por luz natural, que hace más agradables las horas de trabajo, y situado en un chalet por donde apenas hay tráfico, ni ruidos, rodeado de un parque natural de pinares y junto a la playa. En un lugar privilegiado, tuvimos la suerte de almorzar junto con nuestro anfitrión entre Rota y El Puerto, en un día soleado donde mientras degustábamos unas excelentes tortillitas de camarones, veíamos desde lo alto, toda la bahía de Cádiz. Pensamos que será difícil de repetir la perspectiva de la que gozamos aquel mediodía de enero.