sábado, 13 de febrero de 2010

Carnaval, carnaval…

Es la fiesta del color, de la algarabía y el disfraz, de dejar las penas en un cajón, de sentir la vida con la ilusión de un adolescente, de volar los papelillos y las serpentinas al aire, de las risas y las sonrisas, de la mascarada y los coloretes, y por supuesto de la libertad. Quizás todos estos elementos no son más que accesorios actuales y decorativos de una celebración anual que tiene mucha más historia de la que podamos conocer. Pero para numerosos de nosotros escuchar la palabra Carnaval es una imagen descrita, es algo cotidiano durante el mes de febrero y hasta ciertamente normal como parte del inicio de la época de la eximia cuaresma.

Las primeras manifestaciones paganas relacionadas con el Carnaval, pueden remontarse a las antiguas civilizaciones griega y romana, celebrando solemnidades en honor al Dios del vino, Baco. Incluso se puede llegar a relacionar con las fiestas egipcias en torno al buey Apis unos cientos de años antes. Lo que no se puede asegurar es que estas muestras y festividades ya se denominaran etimológicamente como Carnaval, aunque se revelen una serie de coincidencias y similitudes en sus exposiciones, o por lo menos en las que conocemos y han llegado hasta nosotros.

Pero su definición posterior siempre se ha relacionado con la cristiandad y con la etapa anterior en el inicio de la cuaresma, haciéndola parte inherente temporal anterior a los cuarenta días de la pascua. Su significado parte del adiós a la carne para toda una cuarentena, dando pie a que los días anteriores al miércoles de ceniza todos vivieran las fiestas con desenfreno y frivolidad. Por lo tanto, aunque se considera una tradición profana, es muy posible que su relación con la continuidad religiosa sea más que patente.

Los primeros datos históricos versan durante los siglos X y XI, aunque en diferentes períodos y algunas fechas se denotaron estas fiestas en cierta medida, es a partir del siglo XVIII cuando alcanzan su apogeo en el norte de Italia, en Venecia concretamente. En esta etapa, los aristócratas y la nobleza se disfrazaban con capas y máscaras, mezclándose con el pueblo en los diversos bailes y veladas de la ciudad. La relación entre las diversas expresiones carnavalescas y la música ya se daba entonces.

Y esto sí que es dificultoso: relacionar como se inició esa relación de la música con las carnestolendas del mes de los 28 días. Es lógico entender que en estas manifestaciones culturales la creación artística musical tendría un lugar de prominencia. Pero encontrar una razón en esos principios es algo que desconocemos o no está del todo claro. Además, imaginamos que tratándose de una fiesta popular, las composiciones musicales tendrían las características del corte de dicha música vulgar. Y por supuesto, dependiendo del lugar presentaría unas cualidades y particularidades concretas.

En nuestra región, Don Carnal presenta una serie de propiedades distintivas en torno a la música tal que circunscrito, en su debido momento a comienzos del siglo XX, se instauró un concurso de agrupaciones carnavalescas que hasta hoy en día se mantiene. Incluso en muchos lugares, como ocurre en Huelva capital, y algunos pueblos, es este certamen a través del que gira toda la fiesta. El conocido como Carnaval de calle tiene perdida la partida ante el estimulo sonoro de comparsas, chirigotas y murgas del teatro. Es sólo una hipótesis, pero se puede observar claramente como los aficionados a estas festividades tienen mayor tendencia hacia la motivación musical que a la de la simple fiesta.

Alrededor del carnaval se han establecido y cimentado una serie de autores y creadores de este tipo de música, casi sin conocimientos previos musicales, que han dado al Carnaval una calidad humana y social de grandes dimensiones. Sin ellos y sin tantos y tantos entusiastas que les han puesto voz y música a sus composiciones, el Carnaval de la actualidad no lo entenderíamos como lo que es hoy en día. A estos ejecutores hay que darles su sitio y agradecerles tanto y tanto lo hecho por esta funcionalidad.

Sin perderle el sentido, y sabiendo la aportación tan importante que prestan a nivel de una manifestación más de música popular, el carnaval debería apelar también por su faceta más callejera, y que volviera a renacer con un espíritu casi idéntico con el que se fundó. Son las fiestas de la alegría, de la fina ironía y de la libertad, pero pensamos que desde hace unas décadas están presentes otros intereses que se salen de algo que es tan puro y espontaneo que han relegado a estos fenómenos sociales a ser algo demasiado manejado, perdiendo su carácter social y público.

No hay comentarios:

Publicar un comentario