domingo, 21 de febrero de 2010

A la Coral Sta. María de la Rábida

Hace tiempo que no recordaba, cuánto tiempo dedique en mi corta trayectoria como músico, la que creo que fue mi aportación a unos de los proyectos musicales más importantes no sólo de Huelva, sino de todo el sur de España. La Coral Santa María de la Rábida no es únicamente una mera agrupación musical, yendo mucho más lejos en sus contribuciones y colaboraciones. Es un orgullo para mí, y estoy seguro que para mucho de los onubenses que pasamos por sus ensayos, haber tenido la dicha de participar de muchas inquietudes musicales compartidas.

Mi querido amigo Moncho Casado, al cual me une ciertas aficiones y otros menesteres, promovía la idea en mí de crear un texto en el que se le diera su sitio a este grupo de personas que dieron mucho por la tradición musical de Huelva, y a la andaluza por extensión. El listado de los lugares y escenarios por donde han paseado el nombre de nuestra provincia es impresionante. No me atrevo de hacer un enumerado concreto, porque son tantas las ciudades del mundo donde han cantado que seguro que aquellas más importantes las omito sin quererlo. Pero sé que Barcelona, Buenos Aires, Paris, Santo Domingo, por decir algunas al azar, han podido vibrar con sus conciertos.

Su repertorio se ha basado en multitud de factores temporales, pero quizás la sección que con mayor arraigo se interpretaba y demandada, es esa especie de fusión entre la música sinfónica y el flamenco que con muy buen acierto siempre se llevó a cabo. Grandes músicos de Huelva han pasado por sus filas, y no digamos ya a los instrumentistas que acompañaron en su momento a dicha empresa. Seguro que me dejo a alguien en el tintero a alguno, pero nombrare, por ejemplo, a José Luis Rodriguez, Jesús Cayuela, Antonio Coronel, Paco Cruzado, Arcángel, José María de Lepe, Eduardo Hernández Garrocho, etc.

Supieron desde sus comienzos aglutinar las tres formas de expresión musical, la expresión vocal, la expresión instrumental y la danza, como expresión corporal. Y grandes bailaores han puesto sus pies y sus tacones a la bella música que desde siempre interpretaron. Como solistas al baile mencionar a mí querida amiga Paqui y a mí dulce Olivia Martín, con las que compartí multitud de momentos de complicidad. Y en el grupo de danzantes, María José, David, Cinta, José Manuel, Fran, Manolo Torroba, entre otros – ya que son muchos los que bailado sus piezas.

De lo que estoy seguro del todo, es del importante e insustituible factor humano que siempre presentan este tipo de manifestaciones culturales. Las relaciones sociales entre los diferentes componentes del grupo hicieron que durante estos más de 30 largos años de música, la Coral se mantuviera viva de verdad. Grandes amigos unidos por un mismo bien común, multitud de historias personales que rodearon los ensayos, los viajes y las audiciones. Cuanto cariño y cuanta amistad se ha movido a nivel personal en mi caso, incluso me enamoré allí de una joven (y creo que ella de mí) llamada Tamara Barros, la cual ha continuado ligada al mundo de la música.

Cuantas personas han dedicado sus ratos libres en participar de la música, en disfrutar de ella y contribuir en su gran apoyo a la noble razón de continuar con la tradición musical del lugar de donde somos. Pues de esto es lo que ha vivido la Coral Santa María de la Rábida durante su larga existencia. De su gente, de su verdadera alma que son todos esos entusiastas del buen cantar y de todo lo relacionado con la música.

Me voy a atrever a dar nombres de aquellos que estuvieron siempre al lado del proyecto, durante un tiempo determinado o bien en un espacio concreto. Ya he citado a varios de sus componentes más notorios para mí, a lo que voy a incluir otros sin orden de trascendencia, como lógicamente supondrán, ya que es algo que no reviste importancia. A Eduardo Castillo, Rosa, Isabel, Nati, Joaquín, Inma, Ana, Ana María Fuentes, Carolina, Sole, Irene, Carmen, Begoña, Mari Carmen, Nicolás, etcétera, y a algunos buenos amigos de Hinojos que siempre colaboraron con su ayuda. Cuantos gratos recuerdos guardo.

Todavía recuerdo la primera vez que los vi, y después cuando José Luis Rodríguez me sugirió la posibilidad, y más tarde Soledad Téllez me comento de empezar a trabajar con ellos, no lo dude lo más mínimo. Creo que llegados a este punto, y como de bien nacidos es ser agradecidos, tengo que solicitarles permiso para corresponder con todos los apoyos y el afecto que desde el primer día me otorgaron. Y a quien me concedió tan magnífica oportunidad, le respondí con creces en seriedad, trabajo y dedicación, tal y como la Coral Santa María de la Rábida como estamento se merecía.

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