domingo, 21 de marzo de 2010

La necesidad de cultura

Hace unos días, encontraba una interesante fuente de inspiración en las palabras sabias de los que luchan día a día por el mundo de la cultura. No es de recibo bajar nunca los brazos en este asunto, ya que como versa el dicho “el conocimiento os hará libres”. No hay verdad sin saber, no hay realidad si sólo nos basamos en cuestiones materiales y egoístas, no hay mañana sin saber que pasó ayer, y por supuesto, no hay vida sin tener juicio ni valoración crítica. Y para todo esto hay que tener los instrumentos necesarios para ello.

Partiendo de la base de que la cultura se encuentra en uno de los últimos estadios de la famosa pirámide de Maslow, en cuanto a necesidades humanas, las sociedades en las que las cuestiones primarias están cubiertas pasan a sufragar otra serie de condiciones, deben ejercer una serie de actividades para lograr satisfacer a estas. Pero en el caso de nuestra sociedad, el problema reside en el uso correcto de dicho entendimiento. La preparación y la educación que a los individuos del grupo se les oferta, en una colectividad de consumo como en la que hemos llegado a caer, en muchos casos es rechazada por poco efectiva a nivel económico.

Esto es un error de grandes magnitudes, donde lo que se llena es el bolsillo y la panza pero nada más lejano a eso. Leía hace poco a Pérez Reverte achacando esta situación al analfabetismo que sufrimos en España como mal endémico desde hace generaciones. Comentaba de manera acertada que “no duele España, sino su incultura, esa que propaga la falta de un espíritu crítico”, asegurando que “un país inculto es un país sin mecanismos de defensa”.

Es el colmo del necio el que escucha o lee estas palabras y hace oídos sordos; es la ignorancia del arrogante el que cree que sin cultura se puede existir; es el atrevimiento del que no sabe el que hace que las cuestiones realmente interesantes queden relegadas por otras de menor orden en importancia; es de estúpidos satirizar a quien da cobertura a la educación y a la cultura; es de locos creer en un mundo basado en asuntos materiales y razones económicas; y por supuesto, es de tener poca identidad el seguir la dictadura de aquellos que se identifican como líderes de la nada.

La lucha persistirá durante siglos, porque siempre existirá quien, por intereses personales, quieran hacernos ver que sus alicientes serán más productivos que los que otorga el saber, la educación y el arte. En cuantas ocasiones, diría que miles, los comentarios de una conversación agradable se han tornado en hipocresía y demagogia cuando se habla de estos parámetros. Es una osadía verdadera hacerles ver a estos tiburones de las financias y de lo tangible, como la creencia de una vida desde otro punto de vista nos podría otorgar algo más que prestigio.

Porque esta es la parte simpática del asunto: luego todos aseveramos con la cabeza cuando tratamos del tema de manera afirmativa. Pero, ¿qué es lo que hacemos al respecto? ¿Es suficiente con decir que estamos de acuerdo? Si la realidad es que nuestra vida es un cumulo de despropósitos donde la primera demanda es nuestro ombligo, y a partir de ahí, poco más. Cuando alguien abandera esta contienda por la libertad en el aprendizaje y en el acceso a la cultura de todas las almas sociales, ¿se les apoya con fuerza e real interés? La respuesta es no… rotundamente no.

El vacio y la soledad constante por parte de las comunidades profesionales que se dedican a este asunto son tremendos en estructuras y formas. No existe un apoyo sincero y no justificado. Siempre acaecen otros alicientes en segundo plano que hacen dudar de la veracidad de quien apoya estos debates. Y si hablamos de políticas en este sentido y de sus gestores puestos en esas disposiciones por sus partidos, pues apaga y vámonos.

Lo más curioso es que encima, se preguntan de la rentabilidad de la cultura como negocio. Es el acabose. Llegados a este punto todo se derrumba como un castillo de naipes. La tristeza de toda una vida de dedicación por parte de tantos y tantos luchadores de la creencia de que la cultura es la base de la socialización humana, cae de manera estrepitosa.

Pues no debemos flaquear en este asunto. La cultura es del pueblo y para el pueblo; no hay bien más rico, ni posibilidad más atractiva y útil para el ser humano que ser rico en conocimientos. Es algo sin precio, pero con un valor incalculable. Algún sabio popular me refería esto hace poco, que las cosas que no tienen precio no significa que no tengan valor, sino al contrario: son muchas las fortunas que se asientan en las riquezas que no todo el mundo puede ver, o incluso no tener.

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