domingo, 16 de mayo de 2010

La economía estrangula a la música

No deja de ser incierto, que el futuro de las artes en una sociedad capitalista como es en la que vivimos, está en una posición de autentico peligro, e incluso de confusión. Solo se acepta su funcionalidad si es rentable, y de este modo, se hace mucho daño en los objetivos primitivos de las manifestaciones culturales más reconocidas. Todo esto creo un sistema de compra venta donde la expresión artística se enfoca en términos equivocados y sustentados por criterios inservibles para el arte en sí.

Son muchos los compositores que desde hace siglos, se han visto obligados a mantener una doble identidad: la de músico y la de empresario. De esta manera, han existido y existen numerosas formas para organizar el procedimiento de contratación y su posterior remuneración. Se ha confiado incluso, naciendo así otras actividades, en personas gestoras del propio negocio. En la actualidad son muchos los profesionales que poseen esta dedicación, siendo en la mayoría de las ocasiones, muy necesarios para crear y organizar eventos culturales.

Esto ha conllevado a la instauración y aplicación de unas estrategias de trabajo donde se ha pasado de unos objetivos más humanistas a otros puramente económicos. Algo que el individuo de a pie no tiene ni porque siquiera conocer. Ellos se dedican a disfrutar de la música en cualquiera de los estamentos y listos. No se tiene un pensamiento que vaya más allá del propio hecho de escuchar o contemplar un espectáculo.

De esto se han sacado buenos provechos y rendimientos, usando métodos diversos donde la realidad artística ha quedado ahogada por el simple hecho de conseguir suculentos dividendos. Las empresas se han apropiado del criterio de la sociedad, manejándola a su antojo y con diligencias donde la manipulación de los gustos y pensamientos de la mayoría de los ciudadanos ha sido de primer orden, con el único designio de conseguir unos números que les den ganancia. Su vía, los medios de comunicación de masa, han servido en bandeja a sus propuestas comerciales.

Lo interesante es que nuestro criterio no debería ser tan permisible con todo lo que se nos venden. Y es curioso, porque aunque es así, nos hacemos los duros conjeturando con otros planos. Pero la realidad es esta: la música como negocio está muy alejada del criterio artístico, y su intención es alienarnos ante unas pautas que posibiliten unos suculentos réditos.

Existen teorías desde los sectores más críticos de nuestra sociedad, en la que se aboga porque la realidad es, que el poder que ha adquirido la televisión es usado de manera consciente por aquellos que saben de su fuerza e influencia en la creación de ideales de todo tipo, pero en lo que a nosotros nos concierne, artísticos y musicales. Parece ser que se distingue casi como una forma sugestiva de condicionamiento clásico, actuando sobre la voluntad defendible de todo aquel que no rebate nada, permaneciendo impasible ante la tormenta de sugerencias que les acosa.

Pues bien, la tan manida crisis que nos azota en la actualidad, comenzó a llegar antes hasta los músicos que a otras comunidades. Cuando comienzan desavenencias en la actividad cultural, es porque se van agotando los recursos en primer lugar para las cuestiones menos necesarias, y desgraciadamente tenemos que llenar antes la barriga que el alma. De esta manera, en estos momentos, si la crisis general es dura y difícil de llevar, imaginen ustedes en las áreas más prescindibles.

Hace poco nos comentaba, con gran acierto, nuestro querido amigo y enorme guitarrista onubense José Luis Rodriguez, una frase con un sentido muy lógico y al mismo tiempo, doloroso. La frase, original o no, rezaba con la siguiente contundencia: “Cuando la economía empeora, la cultura se estrangula”. Y es así de real…

Debemos aceptar, como miembros de una sociedad concreta, las consecuencias y responsabilidades que nos conciernen a cada uno. Otra historia son los resultados de nuestras filosofías y reflexiones. No podemos estar de acuerdo en cómo el capital se hace tan participe de las expresiones artísticas y culturales, siendo condicionante y característica indispensable. Es más, la música y otras manifestaciones de la misma índole, no deberían ser tan dependientes de estas razones. ¿En qué hemos fallado? ¿Qué es lo que se precipitado para crear tal confusión? ¿Puede haber cultura sin dinero?

Las respuestas pueden ser muy variadas, y las hipótesis realmente interesantes; lo que está muy claro es que ese sería otro debate, y ahora mismo, para lo único que estamos es para sacar la cabeza y coger algo de aire; o ¿no creen?

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