domingo, 6 de junio de 2010

Cuanto nos aporta la música

Haciendo tiempo para que la temporada de conciertos de verano nos invada, y aun a sabiendas que el año no va a ser de los más prolíferos, podemos volver a compartir algunas de las reflexiones en voz alta sobre cuestiones y argumentos musicales. No son pensamientos gratuitos, sino que son conclusiones a las que llegamos después de tanta preocupación e introspección en base a la situación circunstancial. Aturdidos y cansados ante la constante misma respuesta, nos gustaría disertar sobre si el problema económico conlleva la caída del sistema en totalidad. ¿Todo depende del beneficio tangible? O por el contrario, ¿hay funciones con otros objetivos?

En épocas en la que la cultura vive del underground y la desidia de los grupos de poder, políticos y empresariales, cuando no reporta deliciosos beneficios ni intereses afines, subyacen las verdaderas realidades y las amargas horas de soledad y búsqueda poco fructíferas. Todo ese halo de misticismo e importancia que tiempo atrás ha envuelto a todas las actividades musicales, ahora son tan sólo un cúmulo de estadísticas dinerarias. Y su facción más dura, la rentabilidad.

Ahora ya nadie echa sus redes en los mares del negocio cultural. Los que nos estamos quedando en estos difíciles trances, somos los que siempre hemos creído en un concepto de vida alejado del materialismo absurdo y hemos buscado siempre respuestas en la inagotable fuente de los libros, el arte y todas las demás manifestaciones ilustrativas. Y aunque un porcentaje de los que quedamos, todavía siguen creyendo en poder sacar tajada de alguna u otra cosa, es el momento de largarlos para siempre de nuestra forma de vida.

Es repugnante seguir escuchando a unos pocos decir “voy a montar tal o cual historia” por intentar sacar partido económico: sólo con el fin de llenar un poco más sus bolsillos. Además, te lo dicen con toda la tranquilidad del mundo, y con más cara que un rostro pálido. La música y todo lo que nos aporta a los músicos está por encima de todo eso, y no podemos consentir que sigan estando entre nosotros este tipo de usurpadores e indignos: la música debe ser en su esencia pura y cristalina en sus exposiciones como el agua.

Imagino que pocos o ninguno de estos especuladores leerán estas líneas. Pero no estaría nada mal que los demás, todos aquellos que somos conscientes de sus tejemanejes les dejáramos clara la situación para que no sigan con esa actitud tan poco sincera. Durante los años de experiencia, hemos tenido la infortuna de coincidir con algunos de estos tipejos. En ellos, además, se cumplen una serie de estereotipos a nivel psicológico y actitudinales. Son fácilmente reconocibles, con cierto escaso talento, pero con la lección bien aprendida de cómo utilizar sus cortos recursos con la mayor de las eficacias.

La música conlleva una serie de parámetros que algunos ni por asomo conocen. No somos quienes para hacer alegatos de pureza, ni defensas de nada, pero si me veo en la obligación moral de declarar y testimoniar sobre las propias sensaciones, emociones y sentimientos en los que nos envolvemos. Quizás por fortuna, quizás por casualidad, quizás por lo experimentado, hemos desarrollado una serie de ideas y fundamentaciones que nos estimulan para creer que la música es algo diferente en finalidades y propósitos.

También cabe la posibilidad de conjeturar sobre la opción de que somos nosotros los equivocados. De que la música en la actualidad, en pleno siglo XXI, es exclusivamente un negocio, que son publicaciones con intereses y beneficios bien descritos y organizados. Que todo aquello que pensamos esta fuera de lugar y tiempo, que vivimos en otra época, alejados de la realidad. Aunque sea duro, difícil de digerir e incomprensible desde nuestro concepto, debemos otorgar el beneficio de la duda a otras hipótesis y teorías.

Aun así, creemos que vamos a seguir opinando que la legitimidad de la música como concepción artística está en otro lugar que en el que por honestidad le corresponde en nuestra manida sociedad. La autenticidad de los objetos finales por los que se lucha con la mayor de las virtudes en materias culturales, se han conducido bajo los rendimientos que varios empresarios han buscado y dominados en las últimas décadas.

La música nos produce y causa unas de las más gratificantes sensaciones emocionales de las que podemos acceder como humanos. Y lo que hacemos en vez de ser coherentes con los designios y originales disposiciones que conlleva tan magnífico arte, es destrozarlo con todo tipo de sucias intenciones, manejándolo todo y usando sórdidas argucias para llegar hasta los propósitos deseados, pase lo que pase y ocurra lo que ocurra.

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