domingo, 19 de septiembre de 2010

Comienzo de curso

Bueno, pues ya llegó; o mejor dicho, ya se fue, según se mire. Todo depende de cómo queramos percibir el espacio temporal y la asistencia emocional de cada uno. Lo que no cabe duda es que empieza un nuevo ciclo y concluye una de las épocas de mayor disfrute y satisfacción para casi todos. Una verdadera lástima, porque sinceramente, adoramos el verano, con sus pros y con sus contras; lleno de bienestares y entretenimientos. Es la fecha en la que parece que la música está más presente en la mayoría de las actividades.

Luego, durante todo el año, evocamos en infinidad de ocasiones lo vivido, sus sensaciones, lo que nos arrastra a convertirnos en constantes soñadores de lo que no tenemos. Nos encanta regresar a la playa alguna tarde de febrero para volver a mezclarnos con el olor del mar y su incipiente música de oleaje, ese que jamás abandona las orillas de nuestras costas.

Pero llega el otoño, con su frescor mañanero y una carga esencial de ilusiones. El inicio desde un nuevo punto de partida o bien, el retomarlo desde un lugar concreto, hace que nos organicemos en nuevas naturalezas, con actuales propósitos y flamantes proyectos. Así es la vida, o mejor dicho, ese es el verdadero motor de nuestras propias experiencias. Es lo que nos empuja y nos da fuerza para continuar. La ilusión se lleva por bandera, quieras o no.

En el terreno artístico, siempre nos ha dado la sensación de que cerramos una puerta para abrir otra. El período estival parece que está hecho para concluir un periodo de trabajo; es como una gran exposición de todo aquello por lo que nos hemos afanado, por lo que nos hemos esforzado y además, enfrentado. Quizás suene pedante, pero es la realidad palpable de muchos que buscan la expresión de formas diferentes a las del lenguaje explicito y factible.

Resulta como una gran batalla, donde tienes que luchar para mostrar todo en lo que crees. Tiene los mismos componentes que un conflicto bélico, siendo tremendamente sarcásticos. Aunque no es menos cierto que hay algunos que ven la música como una competición, donde la lucha contra tus congéneres es lo que te va a dar la fuerza para continuar. Esta es la gran mentira en la que algunos “poetas” desmedidos se jactan en participar: una actuación falsa donde la creatividad, la intención y la capacidad expresiva tienen poco que decir. Al contrario, solo subyacen los más bajos instintos actitudinales de ser humano, algo que tiene mucho que ver con la degeneración del hombre, y muy poco con la grandeza del artista.

Hay que hacer un ejercicio de retro inspección, y mirarse hacia dentro. Dejar de abusar de los demás para servirse de excusa banal e inservible, y acometer tu propio camino desde la intención correcta, no desde la visión de las cosas de los demás. El trayecto es largo, a veces tortuoso, pero por favor, que entiendan de una vez por todas, que la música – y el arte en general –, no es un concurso, sino la capacidad inherente del ser humano de expresarse a través de vías diferentes y de lenguajes abstractos.

Es de extrema importancia abundar en la generosidad con uno mismo, pero sin la constante preocupación por lo que hacen los demás. Déjense de tonterías y no miren más a ver qué está haciendo el vecino, ni para copiarlos ni para envidiarlos. Eso está claro: ¿Envidia? ¿Yo? Cada vez que hacemos una demostración de preocupación desdeñable, es síntoma de celos. Nosotros aceptamos que podemos ser participes de eso, pero la mayoría de las ocasiones sin motivo razonable. Además, en esta tesitura también se enmarcan las alegrías ajenas de todos los que hacen de la música su vida y pasión sin necesidad de entrar en el submundo de la tontería y la vanidad.

Nuevo curso, nueva vida. Emprendan nuevos retos, novedosos proyectos, hagan rentables sus propósitos, y no se dejen avasallar por quienes no tienen nada que aportarles. Esos, que se queden en casa, al margen de las realidades. La música es enorme en anhelos y aspiraciones; que ninguna pared se ponga en medio de sus posibilidades, de aquello que les resulte sugerente y lleno de ambiciones. Nosotros lo hacemos así desde hace tiempo y les aseguro que funciona a las mil maravillas.

Llegó el otoño. Y con él, el momento de la reflexión, la circunstancia sin prisa, el tiempo de recrearse en lo pasado y en el devenir, la tentación del encerrarse y dejar caer fuera la fina lluvia, del vivir mirando hacia delante con más ilusión que nunca. Cojan sus instrumentos, planteen como los harán sonar en adelante, como cuando niños pretendemos que pasen los días más rápido para ser mayores; disfruten del instante, que como todas las cosas, tienen algo que les hace especial y que fuera de su tiempo, echamos de menos.

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