jueves, 19 de agosto de 2010

Paco de Lucía (y IV)

En El Templete del pasado lunes, dejamos este monográfico sobre Paco de Lucía a comienzos de los años ochenta. Después de su participación activa junto a Al Di Meola y a John McLaughlin, el nacimiento de su sexteto de acompañamiento va a marcar un par de décadas llenas de importantes giras y grandes éxitos por todo el mundo. Con ellos va a llegar la plenitud del formato y del concepto musical del maestro de Algeciras.

Con los discos “Castro Marin”, dedicado al pueblecito portugués en la frontera con la provincia de Huelva de donde era natal Luzia Gomes –madre de Paco – y “Sólo quiero caminar”, comienza una nueva etapa donde la musicalidad orquestal del sexteto hace reinventar literalmente la concepción que hasta ese momento se tenía del flamenco. Ya se adivinan claramente las intenciones, que aunque todavía no están claras del todo: existe un desarrollo, no se hace nada de repente.

Y a finales de los ochenta llega “Siroco”. Este álbum es sin lugar a dudas el que marcará un antes y un después para todos los flamencos, músicos dedicados, aficionados y estudiosos. Es el trabajo discográfico más examinado e investigado de todos los que contemplan su larga trayectoria. Su disco de continuación, “Zyriab” (1990) es la progresión adecuada y perfecta. Son dos discos que se conectan a la perfección, y que creemos que son dos de las grandes joyas de su producción. Podríamos estar días hablando de ambos trabajos como archivos sonoros de la historia del flamenco y de su expresión musical.

La década de los noventa se mueve entre grandes pérdidas y retos casi imposibles. La muerte de Camarón de la Isla, y posteriormente de sus padres, dejó huérfano de relaciones familiares al maestro. En estos años se refugia en la “Playa del Carmen”, al sur de Méjico. Allí se encierra para el que será su gran desafío: interpretar íntegramente el “Concierto de Aranjuez” de Joaquín Rodrigo. Esto dio lugar a grandes divergencias y alimentó el debate eterno entre guitarristas clásicos y flamencos. Aun así, Paco contó con el beneplácito de su autor, el cual estuvo presente en uno de los recitales.

No contento con eso, también se atrevió con los arreglos de la suite “Iberia” de Albéniz. En esa época, compartió los escenarios con dos jóvenes promesas de la guitarra de concierto flamenco en España: su sobrino José María Bandera y con el guitarrista catalán José Manuel Cañizares. Dos ejemplos perfectos de cómo sus secuelas y escuela tendría buen mantenimiento.

A mitad de los noventa va a clausurar la andadura del sexteto con el disco homenaje a su madre, ya que lo tituló “Luzia”, y en el que también canta por primera vez recordando a su querido amigo Camarón. Quizás el disco no da a demostrar mucho más de lo que ya estaba hecho; podemos decir que es menos revolucionario y algo más conservador.

Los años venideros van a estar en medio de una reclusión voluntaria, tocando poco y asentado en su exilio mejicano. Hasta el 2004, en el que volverá a grabar sus “Cositas buenas” y recibirá el mayor de los galardones que podría obtener: el “Príncipe de Asturias” de las artes. Renovó su acompañamiento instrumental con varios flamencos muy jóvenes, y vuelve por sus fueros, realizando giras y llenando teatros y salas de conciertos una detrás de otra.

Este 2010 ha sido testigo de cómo la Universidad de Boston y su Escuela superior de Música lo nombran Doctor Honoris Causa, en una ceremonia en la que se llevó a cabo la interpretación, por parte de una orquesta compuesta por músicos alumnos, de dicho centro con obras de las más conocidas de Paco de Lucía y siendo arregladas para la ejecución de dicha agrupación musical.

Por fin llegó el día. Esta es una jornada de auténtico disfrute y deleite para las sensaciones que sobresalen desde el mismo sur. La historia sonora de nuestra cultura jamás ha llegado hasta una cumbre más alta; debemos aprovecharnos de que esta circunstancia se nos proporciona y facilita en esta precisa época. Poseer el poder para que se nos otorgue y además cumplir con el debito por nuestra parte es algo conciso y objetivo. Por lo tanto, debemos ser conscientes de cómo nos ha sonreído la fortuna.

Gracias miles a su promotor Rafa Toscano, lepero de pura cepa, y gran impulsador de “El rincón de Rafa” en el recinto romero de El Terrón y de “La Antiqua” lantillera. Con gente como él las cosas marcharían mucho mejor: honestas y sinceras.

Aquellos que poseen las entradas para ver a Don Francisco Sánchez Gómez musicando nuestra propia cultura, que lo saboree con conciencia. Hoy es un gran día: un día para la historia. Se recordará por siglos… lo que yo les diga.

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